Línea
Género y memorias
Esta línea de trabajo parte de la necesidad de articular, desde una perspectiva de género, las investigaciones sobre la memoria colectiva con aquellas que se ocupan de las prácticas de resistencia en relación a las violencias socio-políticas que sostienen la actual reorganización neoliberal en América Latina.
Entendemos la memoria como una práctica colectiva de reconstrucción del pasado (Halwachs, 1955; Vázquez, 2001; Piper, Fernández e Iñiguez; 2013) que se realiza a partir de las necesidades del presente. Son las urgencias de hoy las que nos llevan a actualizar experiencias del pasado y a ponerlas al servicio de las luchas del presente. Aunque toda memoria tiene un sentido político, consideramos que sólo aquellas que se articulan con las formas de dominación y resistencia actuales se pueden considerar memorias resistentes.
¿Resistentes a qué? Resistentes a las nuevas hegemonías que – en América latina – se implantan a través de distintas violencias –estructurales, represivas, narcopolíticas- debilitando el Estado e imponiendo un capitalismo salvaje. Siguiendo a Antonio Gramsci (1975), pensamos que toda hegemonía enfrenta procesos que la cuestionan o entran en disputa con ella, de manera que las relaciones de poder, el sostenimiento o la erosión de los grupos hegemónicos están permanentemente en juego. Potencia, emancipación, rebeldía y procesos contrahegemónicos se juegan simultáneamente a la dominación y por oposición a ella. Las acciones de contrapoder (Negri, 2001) o antipoder (Holloway, 2001) echan mano de una memoria que recupera los diferentes “saberes” de la lucha política, transformándose en una memoria activa. En algunos casos, recurren a confrontaciones abiertas que disputan el control del Estado y sus instituciones. Sin embargo, cuando las relaciones de poder son muy desiguales, los actores sociales tienden a desarrollar estrategias de resistencia. Estas se despliegan de maneras laterales e incluso subterráneas, tratando de no convertirse en blanco de los procesos represivos. Sin embargo, desde los márgenes, tratan de construir alternativas y, al hacerlo, erosionan y desvían los procesos hegemónicos. Hablamos de memorias generizadas para enfatizar que los recuerdos son elaborados a partir de posiciones de sujeto (de género) que son construidas histórica y socialmente, pero que al mismo tiempo la memoria contribuye a producir dichas posiciones. Ello nos lleva a identificar y describir las marcas de género que emergen de los relatos de memoria, considerando que en las formas de narrar nuestras experiencias del pasado, se construyen y reposicionan los modos en que se generiza la vida social (Troncoso y Piper, 2015). El mundo del activismo que usa la violencia como medio de lucha político-social sostiene relaciones fuertemente generizadas en las cuales se han identificado ciertos roles como propiamente masculinos – por ejemplo el de construir y detonar artefactos explosivos – y otros propiamente femeninos – como el cuidado de los/as heridos/as -. El abordar los significados que, desde distintas posiciones de género, se construyen sobre las experiencias de resistencia, permitirá por un lado conocer dichas posiciones y por otro los mecanismos de constitución de esos sujetos y sus diferencias de género.