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Género, Trabajos y Cuidados
Distintos autores se han referido a la debilidad estatal en la garantía de seguridad social y la ausencia de derechos en la provisión de bienestar, lo que ha llevado –entre otros- a una crisis de los cuidados (Carrasco, 2012). Dicha problemática se acentúa, entre otros factores, por los cambios sociodemográficos, la disminución del tamaño de los hogares y el envejecimiento poblacional, así como la mayor incorporación de las mujeres al mercado de trabajo. En este marco, la sociedad, a partir de la ideología de género, recarga en aquéllas tanto el trabajo productivo y reproductivo, lo cual incide en la precarización y desigualdad en sus relaciones y condiciones laborales (Guerrero, 2015). Algunas políticas de la región, se han orientado a abordar la conciliación de la vida laboral y familiar, así como desarrollar iniciativas de corresponsabilidad, sin embargo, algunos análisis señalan que éstas no ponen en cuestión el orden de género dominante, que asigna a las mujeres el cuidado y los trabajos de reproducción, el cual sustenta el bienestar social colectivo. En este contexto, sin embargo, hemos indagado en algunas modalidades de agencia y el desarrollo de tácticas de mujeres trabajadoras en contextos específicos. En esta línea profundizaremos en las formas en que se interrelacionan las diversas desigualdades, así como la reflexividad, tácticas, resistencias y modalidades de subjetivación (Dubet, 2004) desplegadas por este grupo en espacios laborales específicos, así como el desarrollo de intercambios académicos en apoyo a sus estrategias.
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Género y Envejecimiento
El envejecimiento demográfico de la población en Sudamérica es una realidad ya evidenciada desde finales del siglo XX, y asumida en el siglo XXI. Afirmar que Chile es un país envejecido ha dejado de ser una novedad. Incluso dentro de las estadísticas de la región y mundiales, nuestro país ya comienza a tener un lugar importante en cuanto a índice de envejecimiento y aumento de la esperanza de vida. Frente a esta constatación demográfica, emergen una serie de realidades socioculturales, que son necesarias de mirar con mayor atención desde un enfoque crítico e interseccional de género. Entender el género y la edad no como la sumatoria de dos categorías, y analizar críticamente la feminización de la vejez. Sobre todo a la luz de la emergencia de determinadas prácticas de resistencias y agencias en las personas mayores, entendidas como un grupo social subalterno. En otras palabras, y a la luz de las pérdidas que podrían caracterizar el proceso de envejecimiento, profundizaremos en aquellos elementos que se mantienen, refuerzan o aparecen en el envejecimiento y que están presentes en este colectivo. Buscamos entender la mantención de cierto nivel de agencia sobre el propio cuerpo y las condiciones del contexto que rodea a la persona mayor. Abordaremos la controversia de la agencia en la vejez, desde la reflexión crítica de las potencialidades, estrategias y fortalezas presentes en la experiencia de las personas mayores, en comparación con otros contextos nacionales.
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Género y Diversidad Sexual
En las últimas décadas la reivindicación de las diferencias sexuales ha tenido una importancia estratégica a nivel público (leyes, programas, intervenciones) y en la conformación de subjetividades en diferentes ámbitos (político, social y activista). En ese horizonte, la irrupción de la cuestión de la diversidad sexual, a nivel mundial pero particularmente en la acción pública en América Latina y en Chile parece ser un hecho relevante en tanto denota una renovada preocupación del Estado por unas dimensiones de la vida tradicionalmente relegadas al ámbito médico-jurídico. Se ha avanzado en la consolidación de ciertos derechos para colectivos LGTBI pero aún quedan muchas aristas sociales que no han sido consideradas. Sin embargo, esta irrupción podría suponer una doble lectura: por un lado, que responda a una atenuación de las desigualdades existentes y/o, también, a una forma más del poder que se ejerce sobre los individuos y sus cuerpos. De ahí la importancia de continuar problematizando qué se está entendiendo por diversidad sexual, por derechos sexuales y reproductivos no heteronormados, cómo el Estado se hace cargo de asegurar estos derechos a personas LGTBI, cómo se sitúan las agencias de los colectivos LGTBI y las resistencias frente a las lógicas de control y normalización y qué opacidades o sobre-visibilizaciones se plasman cuando se instala una apertura a la ciudadanía sexual. A nivel internacional existe controversia sobre estos sentidos, y de ahí la pertinencia de que la Universidad se instale como promotora de un debate en relación a los efectos psicosociales que se generan y a las nuevas formas de resistencias que se levantan respecto de las posiciones sexo-generizadas.
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Género y Memorias
Esta línea de trabajo parte de la necesidad de articular, desde una perspectiva de género, las investigaciones sobre la memoria colectiva con aquellas que se ocupan de las prácticas de resistencia en relación a las violencias socio-políticas que sostienen la actual reorganización neoliberal en América Latina.
Entendemos la memoria como una práctica colectiva de reconstrucción del pasado (Halwachs, 1955; Vázquez, 2001; Piper, Fernández e Iñiguez; 2013) que se realiza a partir de las necesidades del presente. Son las urgencias de hoy las que nos llevan a actualizar experiencias del pasado y a ponerlas al servicio de las luchas del presente. Aunque toda memoria tiene un sentido político, consideramos que sólo aquellas que se articulan con las formas de dominación y resistencia actuales se pueden considerar memorias resistentes.
¿Resistentes a qué? Resistentes a las nuevas hegemonías que – en América latina – se implantan a través de distintas violencias –estructurales, represivas, narcopolíticas- debilitando el Estado e imponiendo un capitalismo salvaje. Siguiendo a Antonio Gramsci (1975), pensamos que toda hegemonía enfrenta procesos que la cuestionan o entran en disputa con ella, de manera que las relaciones de poder, el sostenimiento o la erosión de los grupos hegemónicos están permanentemente en juego. Potencia, emancipación, rebeldía y procesos contrahegemónicos se juegan simultáneamente a la dominación y por oposición a ella. Las acciones de contrapoder (Negri, 2001) o antipoder (Holloway, 2001) echan mano de una memoria que recupera los diferentes “saberes” de la lucha política, transformándose en una memoria activa. En algunos casos, recurren a confrontaciones abiertas que disputan el control del Estado y sus instituciones. Sin embargo, cuando las relaciones de poder son muy desiguales, los actores sociales tienden a desarrollar estrategias de resistencia. Estas se despliegan de maneras laterales e incluso subterráneas, tratando de no convertirse en blanco de los procesos represivos. Sin embargo, desde los márgenes, tratan de construir alternativas y, al hacerlo, erosionan y desvían los procesos hegemónicos. Hablamos de memorias generizadas para enfatizar que los recuerdos son elaborados a partir de posiciones de sujeto (de género) que son construidas histórica y socialmente, pero que al mismo tiempo la memoria contribuye a producir dichas posiciones. Ello nos lleva a identificar y describir las marcas de género que emergen de los relatos de memoria, considerando que en las formas de narrar nuestras experiencias del pasado, se construyen y reposicionan los modos en que se generiza la vida social (Troncoso y Piper, 2015). El mundo del activismo que usa la violencia como medio de lucha político-social sostiene relaciones fuertemente generizadas en las cuales se han identificado ciertos roles como propiamente masculinos – por ejemplo el de construir y detonar artefactos explosivos – y otros propiamente femeninos – como el cuidado de los/as heridos/as -. El abordar los significados que, desde distintas posiciones de género, se construyen sobre las experiencias de resistencia, permitirá por un lado conocer dichas posiciones y por otro los mecanismos de constitución de esos sujetos y sus diferencias de género.